La historia del coche eléctrico

Los vehículos eléctricos llevan en circulación casi dos siglos y llegaron a tener su época dorada a primeros de 1900. Sin embargo, los coches de gasolina les tomaron después la delantera para empezar a resurgir de nuevo con fuerza en la última década.

Se desconoce a ciencia cierta quién creó el primer vehículo eléctrico y existen numerosas teorías, así que aquí comentaremos una de las más sólidas. El origen de este invento se remonta a la década de los años treinta del siglo XIX, muchos años antes de que aparecieran los coches de combustión en a finales del S. XIX.

La teoría de la que se tiene más certeza es que la idea fue del empresario escocés Robert Anderson (link), quien inventó en 1832 el primer coche eléctrico. Ésta es la razón de que el nombre fiscal de nuestra empresa sea eCar Selection 1832 S.L., en honor a este gran descubrimiento.  El carruaje que diseñó Anderson llegaba a alcanzar los 6 km/h con un motor eléctrico alimentado con una pila de energía no recargable.

Coche eléctrico de Robert Anderson, 1832.

Por otro lado, el matrimonio estadounidense formado por Thomas y Emily Davenport desarrolló en 1834 un prototipo de coche eléctrico alimentado por una batería y que patentaron en 1837.

Una vez que este tipo de vehículos estuvieron en circulación, el problema con el que se encontraron sus creadores y usuarios fue el mismo: la falta de autonomía. Las primeras baterías eran muy pesadas y no se podían recargar hasta que en 1852 Gaston Planté (link) inventó la primera batería recargable de plomo y ácido. Junto con este invento, en 1880 Camille Faure (link) creó un procedimiento electroquímico que llamó masa activa y que aumentaba la capacidad de carga de la batería de Planté.

Sin embargo, a pesar de estos avances los coches eléctricos no resultaban demasiado operativos y eran incapaces de competir con los que ya existían de vapor, ya que no permitían largos recorridos. Por esta razón, la llegada de los vehículos con motor de combustión a finales del siglo XIX alteró el mercado y serían plenamente aceptados unos años después en detrimento de los eléctricos.

En 1890 el fabricante austríaco de carruajes Jacob Lohner (link) afirmaba que la era de los carruajes tirados por caballos había terminado y encargó a un ingeniero de Viena, un tal Ferdinand Porsche, un coche que sería completamente eléctrico. Lohner consideraba que un coche eléctrico se vendería mejor porque a muchos clientes no les gustaba el humo y los ruidos del motor de combustión. En 1898 presentó su primer coche, el Egger-Lohner P1, que alcanzaba los 34 km/h y recorría hasta 79 km con una sola carga.

Con el paso del tiempo se logró aumentar la velocidad de estos autos y en 1899 el piloto Camille Jenatzy (link) batió el record de velocidad hasta ese momento conocido: alcanzó los 105 km/ h al recorrer una milla por minuto. Para ello usó un descapotable eléctrico con forma de bala bajo el nombre de La Jamais Contente.

“La Jamais Contente” , 1899.

El químico Oliver O. Fricthle se hizo famoso al arreglar las baterías de este tipo de automóviles, pero también se dió cuenta que podía mejorarlas y crear mejores coches. Vendió su primer coche en 1906 y aseguraba que podía recorrer hasta 160 km al cargar la batería durante toda la noche. En 1912 abrió una tienda en la Quinta Avenida de Nueva York y tenía una larga lista de espera aunque su empresa aún no había comenzado a producirlos en serie.

Cartel publicitario de la empresa de coches eléctricos Baker Electrics, 1912.

Así gracias a los avances, el eléctrico estaba en auge. En 1910 la industria de los eléctricos dominaba el reducido mercado y eran muy utilizados en las grandes ciudades para cortas distancia. De hecho, la flota de taxis de Nueva York se componía principalmente de este tipo de vehículos.

Dr. Evlyn Farris con su coche eléctrico, 1919.

Desde este momento, el abaratamiento de los combustibles hizo que los coches de gasolina empezasen a ganar terreno, especialmente en Estados Unidos. Otro hecho que cambió el rumbo de los eléctricos fue la producción en cadena del Ford T, que Henry Ford (link) presentó en 1908.  La fabricación en serie permitió abaratar costes y bajar el precio de venta aún más, lo que revolucionó el mercado del automóvil.

A partir de entonces el motor de gasolina ganó la batalla y hubo que esperar hasta la crisis de la década de los 70 del siglo XX para que se retomase el impulso del coche eléctrico. La búsqueda de fuentes de energía alternativas como la electricidad para el transporte se reavivó. Se intentaba reducir la dependencia energética con el mercado exterior a la par que el efecto contaminante de los combustibles fósiles.

Uno de los últimos impulsos al coche eléctrico se produjo en los años 90 al aprobarse en California una ley para reducir el número de vehículos contaminantes en circulación. Desde entonces se han aprobado numerosas leyes que tratan de potenciar la fabricación y uso del coche eléctrico en detrimento del motor de combustión. En paralelo, la apuesta de la industria automotriz por esta tecnología ha sido global y muy decidida. En la última década se han realizado inversiones enormes a lo largo de todo el ecosistema del coche eléctrico. Hoy finalmente, ya podemos afirmar sin duda, que el coche eléctrico ha llegado para quedarse.